Thursday, October 29, 2015

Al concluir el Sínodo de la Familia, se rasgó el velo del templo por Marco Antonio Velásquez


"Texto conclusivo, paradoja aparente"


"Importantes dilemas pastorales de la Iglesia quedaron lanzados al futuro"


(Marco A. Velásquez).- Ha concluido el sínodo de la familia en Roma. El sábado 24 de octubre se sometió a votación eldocumento final, aprobado íntegramente por la mayoría de los 265 padres sinodales asistentes.
Se ha señalado al sínodo como un triunfo delpapa Francisco, del que el sucesor de Pedro habría salido fortalecido. La verdad es que la tarea pastoral recién comienza y que a buena hora llega el Año de la Misericordia, para sanar las profundas heridas provocadas en el proceso sinodal.
A juzgar por las expectativas, la vara había sido elevada exigentemente. Se esperaba algo más que un cambio de lenguaje para acoger situaciones familiares dolorosas, como la de personas separadas o divorciadas vueltas a casar, o respecto al trato de las personas homosexuales. También se esperaba mayor sintonía con el sensus fidelium, por ejemplo ante al rechazo práctico de la encíclica Humanae Vitae de Paulo VI, en cuestiones relativas a fertilidad y métodos contraceptivos.
Las expectativas apuntaban a que se impusiera la misericordia como criterio pastoral y que se avanzara en el respeto a la actuación en conciencia de los fieles, incluyendo la plena acogida a la vida sacramental. El documento recogió tímidamente aquello, pero sin concederle fuerza moral para no opacar el imperio de la doctrina.
Paralelamente, si se considera que la palabra sínodo significa "caminar juntos", la verdad es que éste, a diferencia de otros, fue precedido y desarrollado en un ambiente inéditamente belicoso contra el papa, dejando al descubierto profundas divisiones.
Esta vez, la oposición al papa se organizó férreamente, con documentos, seminarios, recolección de casi un millón de firmas, así como con volantes y cartas difundidas al interior de la asamblea, que criticaron la metodología sinodal para desligitimar el proceso. Más grave fueron los corrillos que pretendieron sembrar dudas acerca de la salud del papa, así como los escándalos externos provocados para llamar la atención de los padres sinodales. La pérdida de la decencia alcanzó a tal nivel, que el mismo papa intervino, fuera de programa, previniendo a la asamblea contra la "hermenéutica de la conspiración".
Los adversarios del papa activaron una hostil campaña, con la que intentaron presionar a la asamblea sinodal, infiltrando la idea de que el futuro de la Iglesia estaba en peligro, al alejarse de la doctrina. La amenaza se expresó tocando la fibra más sensible para un papa: el riesgo de la división eclesial, representada en la posibilidad de un cisma.
En ese contexto, la aprobación del documento conclusivo, respaldado holgadamentecon los quórums necesarios, más de dos tercios de los votos, es una paradoja aparente.
En efecto, la comisión redactora tuvo la precaución de darle al documento una redacción genérica, destacando los principios universales de aceptación general, y omitiendo cuestiones prácticas divergentes. La audacia sólo alcanzó para sentar algunos principios generales de la misericordia y del respeto a la conciencia, pero sin darle fuerza imperativa respecto de la doctrina.
De esta manera, la comisión redactora intentó, con medios efectivos, ahorrar un precedente eclesial impensado, como hubiera sido el rechazo de la Asamblea del Sínodo a los anhelos reformistas de un papa, en importantes materias pastorales.
Dicha comisión tuvo el acierto de subordinar la solución de los temas discutidos a la decisión personal del papa, con lo que -en cierto modo- quedaron lanzados al futuroimportantes dilemas pastorales de la Iglesia y que deberán ser abordados por Francisco y sus sucesores.
Algún día, cuando el Pueblo de Dios tenga voz y voto, cuando los años sean más cercanos a los tiempos escatológicos, y mientras no sea tarde, la misericordia será el eje rector de la pastoral de la Iglesia.
Entretanto, el Sínodo de la Familia ha concluido. La autoridad moral del papa ha conseguido que temas cosiderados tabúes fueran abordados con libertad. Para lograr aquello ha tenido que exponer su integridad y su autoridad personal. Los costos están a la vista y sus responsables son conocidos.
El papa, siguiendo las huellas de Jesucristo, optó por asumir tales costos personalmente para no endosarlos a la Iglesia. Para ello, echó la cruz de la Iglesia a sus espaldas, tal vez con la esperanza que la vergüenza y el arrepentimiento de algunos consiga doblegar la dureza de los corazones de quienes "Atan cargas pesadas, imposibles de soportar, y las echan sobre los hombros de los demás, mientras que ellos mismos no quieren tocarlas ni siquiera con un dedo." Mt 23, 4.
RD

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