Dicen que nadie es tan atractivo como en su foto de Facebook ni tan feo como en su carné de identidad. Pero en ambos casos, según pasa el tiempo esa imagen es cada vez más diferente de la realidad. Hasta que un día toca cambiarla. Y hacemos una nueva fotografía que comienza también a quedar obsoleta.
En la vida surgen muchas situaciones en que la imagen que uno tiene de sí mismo choca con la realidad. Unas veces nos encontramos superados por las circunstancias. Otras veces nos sorprendemos, y descubrimos en nosotros posibilidades que no sospechábamos.
Quizás por esto San Ignacio insiste en afrontar los oprobios. No se trata de decir mentiras en nuestra contra; muchas veces, es sencillamente acostumbrarse a que lo que se ve de nosotros no sea lo que quisiéramos. Por cierto, es más llevadero cuando a quien miramos es a Jesús, pues Él es quien nos dice realmente quiénes somos.
Espiritualidad ignaciana
pastoralsj
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