Director Nacional de OMP - España
La celebración litúrgica de Nuestra Señora de Lourdes nos trae a la memoria la realidad de la enfermedad y el sufrimiento. Miles de enfermos que peregrinan a Lourdes para ofrecer sus limitaciones a la Madre de Dios y suplicarle la curación. Con ellos, tantos voluntarios y profesionales de la sanidad que les ponen a los pies de la Virgen, como en su momento hicieron los amigos de aquel paralítico en Cafarnaún. Lourdes se ha convertido en un lugar de encuentro con la Virgen y un ámbito privilegiado para vivir la caridad con los más débiles.
En el año 1928, una mujer enferma, Margarita Godet, fue dócil a las inspiraciones de Dios, ofreciéndose como “enferma misionera” al Seminario de Misiones Extranjeras de París. Sus limitaciones físicas le impedían partir para la misión, pero su coraje misionero se transformó en una iniciativa que, desde entonces, no ha hecho otra cosa que crecer. Es la Unión de Enfermos Misioneros, que está integrada en las Obras Misionales Pontificias. Su implantación en España data del año 1940.
Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones de 1984, pone el fundamento de este servicio: “Las Cartas y los Hechos de los Apóstoles confirman, en verdad, que el poder sufrir pro nomine Iesu es una gracia especial. [...] Los apóstoles ‘se fueron contentos... porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús’ (Hch 5,41) [...]. El amor pasa, pues, inevitablemente, por la Cruz, y a través de ella se hace creador y fuente inagotable de energía redentora” (cf. 1 Pe 1,18-19; cf. 1 Cor 6,20).
A través de la Unión de Enfermos Misioneros se abren horizontes nuevos para quienes, en apariencia, padecen limitaciones en su ser y obrar. Esta transfusión que los “enfermos misioneros” generan en el organismo circulatorio de la Iglesia hace posible: a) colaborar espiritualmente con la actividad misionera de la Iglesia; b) ser misionero en el propio ambiente, implicando a otros en esta colaboración; y c) transformar la enfermedad en instrumento valioso de santificación
Cada dos meses Obras Misionales Pontificias ofrece a estos enfermos un tríptico para meditar la Palabra de Dios, escuchar la voz del Papa y contemplar el testimonio de los misioneros. Son cerca de 90.000 los ejemplares que los visitadores de enfermos a domicilio, los voluntarios en los centros de salud, los capellanes de residencias de mayores distribuyen entre los enfermos de manera gratuita. Más aún, su sencillez sirve de pauta para la oración y para la reflexión en reuniones de grupo.
Entre los “enfermos misioneros” destacan con prioridad los “misioneros enfermos”. Muchos han tenido que regresar al lugar de origen para ser atendidos; otros prefieren continuar en el lugar de destino, dando testimonio de fidelidad. En unos y otros destaca la prestancia de quien ha sabido sufrir en el silencio y hacer de su vida una entrega total a Jesucristo. “Los que participan en los sufrimientos de Cristo –escribía Juan Pablo II en Salvifici doloris, 27– conservan en sus sufrimientos una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo, y pueden compartir este tesoro con los demás. [...] Y tanto más la Iglesia siente la necesidad de recurrir al valor de los sufrimientos humanos para la salvación del mundo”.
Revista Misioneros Tercer Milenio, febrero de 2012
OMP
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