La historia de los 33 mineros sepultados en Chile contiene una curiosa mezcla de angustia y esperanza. La esperanza se abrió cuando, gracias a los medios tecnológicos, se pudo establecer una conexión con esos trabajadores sepultados. Ya incluso nos han llegado imágenes de ellos, emotivos mensajes a sus familiares, datos del calor húmedo en que se debaten y de la depresión de algunos.
La angustia procede de las enormes dificultades e incluso meses de arriesgada perforaciòn que van a suponer su rescate, aparte de enormes sumas de dinero, que ya está sufragando en parte el gobierno de Chile.
Pero se trata de una noticia de las que hacen reflexionar. En primer lugar, el riesgo de la mina, que siempre convierte a estos trabajadores en auténticos héroes de la explotación humana. Al parecer sólo ahora los propietarios se han decidido a cerrar algunas más peligorsas.
En segundo término, el contraste entre la fragilidad y la grandeza del hombre, que puede sucumbir en un instante y crear tecnología tan sofisticada como paar lograr comunicación con las entrañas de la tierra.
Pero sobre todo es como una parábola de la solidaridad, un hilo conductor entre las tinieblas de un infierno y el aire puro y libre. Una comunicación que permite hacerles llegar agua, alimentos y sobre todo ánimos para resistir.
Pienso en tantos hombres sepultados en vida, encarcealados em mazmorras, enterrados en zulos por el terrorismo, rescatados de terremotos e inundaciones.
Pero también pienso en otros que, sin darnos cuenta, viven enterrados en el hambre, la sed, la incultura de países que son verdaderas galerías subterráneas de nuestro planeta.
Nuestra tecnología, los medios avanzados de los que disfrutamos en los países ricos podrían salvarlos de la muerte. Pero no queremos. Así de claro.
Ojalá estos valientes mineros logren ascender a la superficie. Si lo consiguen, será por el trabajo de hermanos suyos que arriba están enviándoles alimentos, aire puro y aliento espiritual. De la luz a las tinieblas,
Una historia hermosa, pero al mismo tiempo una parábola escalofriante.
La angustia procede de las enormes dificultades e incluso meses de arriesgada perforaciòn que van a suponer su rescate, aparte de enormes sumas de dinero, que ya está sufragando en parte el gobierno de Chile.
Pero se trata de una noticia de las que hacen reflexionar. En primer lugar, el riesgo de la mina, que siempre convierte a estos trabajadores en auténticos héroes de la explotación humana. Al parecer sólo ahora los propietarios se han decidido a cerrar algunas más peligorsas.
En segundo término, el contraste entre la fragilidad y la grandeza del hombre, que puede sucumbir en un instante y crear tecnología tan sofisticada como paar lograr comunicación con las entrañas de la tierra.
Pero sobre todo es como una parábola de la solidaridad, un hilo conductor entre las tinieblas de un infierno y el aire puro y libre. Una comunicación que permite hacerles llegar agua, alimentos y sobre todo ánimos para resistir.
Pienso en tantos hombres sepultados en vida, encarcealados em mazmorras, enterrados en zulos por el terrorismo, rescatados de terremotos e inundaciones.
Pero también pienso en otros que, sin darnos cuenta, viven enterrados en el hambre, la sed, la incultura de países que son verdaderas galerías subterráneas de nuestro planeta.
Nuestra tecnología, los medios avanzados de los que disfrutamos en los países ricos podrían salvarlos de la muerte. Pero no queremos. Así de claro.
Ojalá estos valientes mineros logren ascender a la superficie. Si lo consiguen, será por el trabajo de hermanos suyos que arriba están enviándoles alimentos, aire puro y aliento espiritual. De la luz a las tinieblas,
Una historia hermosa, pero al mismo tiempo una parábola escalofriante.
Pedro Miguel Lamet sj
El Alegre cansancio
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