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Friday, February 17, 2012
Radiografía de la fe… Latinoamérica, ¿baluarte del catolicismo?
Guillermo Gazanini Espinoza / 15 de febrero.-En marzo de 2012, Benedicto XVI estará en México para conmemorar el bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos junto con los obispos del subcontinente, una región azotada por el narcotráfico y la corrupción, cuna y origen de las sectas más variadas y cultos extraños que desafían la hegemonía católica. Desde 1980, las sectas e iglesias de tinte evangélico y pentecostal comenzaron un proselitismo agresivo financiado desde los Estados Unidos avanzado y derivándose en cultos que se abren paso en el mercado religioso que satisface demandas variadas conforme a los ambientes y a las crisis particulares.
En la década de los noventa, las estimaciones afirmaban que cinco mil católicos dejaban diariamente la Iglesia para acoger la fe de las sectas. Hacia 2003, los países centroamericanos reportaban el mayor número de personas o adeptos a sectas evangélicas; Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica y Panamá variaron en porcentajes de entre el 15 y 25% de la población total que afirmó no ser católica. Si en la década de los setenta el 93% de los latinoamericanos se decían católicos, para el 2003 albergó a un 80% siendo México uno de los países con el mayor descenso en diez años, de acuerdo al último censo 2012.
Independientemente de la efectividad de los métodos de evangelización de la Iglesia católica, en la última década diversos factores han influido para generar una “nueva cultura religiosa” en Latinoamérica.
Después del estancamiento, el neoliberalismo y la economía de mercado enendraron una cultura del consumo en la que se incluye a los nuevos movimientos religiosos. De esta forma, el “mercado religioso” registra una explosión inusitada de sectas fragmentado la hegemonía católica continental. Los especialistas afirman que, con la apertura de los mercados, viene, de forma paralela, el nacimiento de creencias, símbolos, rituales religiosos y movimientos neoespiritualistas incidentes en los nuevos estilos de vida de la población, siempre de acuerdo a su estatus, condición y poder económico. Por otro lado, las nuevas tendencias religiosas ponen en tela de juicio las antiguas tradiciones consideradas inmóviles, anquilosadas y monolíticas; la pluralidad abre un abanico inmenso de donde escoger, sin compromisos u obligados a adopción de estilos de vida con una moral religiosa. La nueva religiosidad imprime el sello del consumismo capitalista, de la relación costo-beneficio y del pragmatismo individualista: la religión se convierte en un artículo temporal para “comprar, usar y tirar”.
Otros fenómenos preocupantes son la violencia y el narcotráfico, negocio redondo generador de ganancias millonarias. Latinoamérica es el proveedor principal a los países industrializados del norte del continente aunque, por desgracia, el consumo interno tiende a incrementarse. La idiosincrasia religiosa permea en este ambiente corrupto de las drogas construyendo divinidades y dioses en sincretismo con las devociones católicas, no importando cuál sea el precio y consecuencias. Ecuador, Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, Centroamérica y México atestiguan la aparición alarmante de sectas satánicas y mágico-esotéricas promotoras de supersticiones, santería y neopaganismos.
El narco, enfrentado al poder del Estado, se vale de cualquier creencia y superstición con el fin de amedrentar e inhibir al poder estatal y sus rivales en los cárteles que se disputan territorios y rutas del tráfico de estupefacientes. Cualquier acción en su contra debe ser contrarrestado por poderes superiores que tienen sus canales en los pactos demoníacos, conspiraciones satánicas, ritos, santería, brujería y sacrificios, aliados perfectos y fuertes más que los ejércitos y fuerzas de seguridad y aún al mismo Dios crucificado de los cristianos quien palidece al lado del poder de engendros como la santa muerte.
Finalmente, los sistemas políticos de algunas naciones han provocado la ruptura de la hegemonía religiosa, emancipándose de ella para vincularse con el poder en turno. En Venezuela es conocido el choque que Hugo Chávez tuvo con la jerarquía eclesiástica, arrobándose en un mensaje religioso y pseudobíblico deslegitimador de la autoridad magisterial del los obispos católicos. Rodrigo Conde, de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, confirma en su estudio “Tensas relaciones entre la Iglesia católica y el gobierno de Hugo Chávez 1999-2006” este doble discurso del mandatario aseverando cuál es la Iglesia verdadera: “Por otro lado las relaciones entre la Jerarquía y el Gobierno han sido demasiado atípicas, rayando muchas veces en lo insólito. Si por un lado el presidente se ha declarado repetidamente como católico y ha dicho que apoya muchos programas sociales y educativos dirigidos por la Iglesia, por otro lado ha criticado e insultado agriamente a la jerarquía católica y ha promovido la división de algunos sacerdotes, religiosos y laicos en contra de los obispos. Un aspecto específico de estos ataques por parte del presidente y de otros personeros de su Gobierno, fue el haberlo focalizado contra el presidente de la CEV, Baltazar Porras, y contra el arzobispo de Caracas, el cardenal Velasco. Fue el intento de tener sólo interlocutores que no exteriorizasen desacuerdos con el llamado “proceso revolucionario”.
Otro aspecto a destacar por parte del Presidente fue el uso y el abuso de palabras, gestos y acciones con clara referencia cristiana, mezclados con aspectos sincretistas y fundamentalistas. Así se ha visto la profusión de referencias a Dios, Jesucristo y la Biblia, sacando muchas veces las frases fuera de su contexto y acomodándolas para la ocasión. A veces presentaba a la Iglesia Católica como la “nuestra” y otras veces se identificaba con denominaciones cristianas de forma confusa y compleja”.
En México, la reforma al artículo 40 de la Constitución para incluir el término “laico” a las notas fundamentales de la República ha desatado una política laicista beligerante contra la actividad de la Iglesia y su derecho a opinar en los asuntos de interés público. Los debates de diputados han sido directos y agresivos contra la persona de obispos y jerarcas afirmando la necesidad de “detener la arrogancia” de la Iglesia para amordazarla e impedir su intervención en los asuntos sociales porque Ella debe dedicarse a las cosas espirituales. Si bien la Iglesia católica está bajo fuego, la proliferación de nuevos movimientos religiosos continúa, habiendo más de siete mil asociaciones religiosas, la mayoría sectas e iglesias de corte carismático, pentecostal o evangélico. La mordaza entonces fortalece el juego del “divide y vencerás”, para aplastar la acción social del catolicismo que denuncia las políticas atentatorias de la dignidad de la persona.
En 1999, Juan Pablo II entregó la Exhortación apostólica postsinodal “Ecclesia in America” para ensalzar la vitalidad del catolicismo americano. Esa misma exhortación advierte del peligro de las sectas y nuevos movimientos religiosos cuyo proselitismo no debe quedar en la indiferencia: “Los avances proselitistas de las sectas y de los nuevos grupos religiosos en América no pueden contemplarse con indiferencia. Exigen de la Iglesia en este Continente un profundo estudio, que se ha de realizar en cada nación y también a nivel internacional, para descubrir los motivos por los que no pocos católicos abandonan la Iglesia. A la luz de sus conclusiones será oportuno hacer una revisión de los métodos pastorales empleados, de modo que cada Iglesia particular ofrezca a los fieles una atención religiosa más personalizada, consolide las estructuras de comunión y misión, y use las posibilidades evangelizadoras que ofrece una religiosidad popular purificada, a fin de hacer más viva la fe de todos los católicos en Jesucristo, por la oración y la meditación de la palabra de Dios.
A nadie se le oculta la urgencia de una acción evangelizadora apropiada en relación con aquellos sectores del Pueblo de Dios que están más expuestos al proselitismo de las sectas, como son los emigrantes, los barrios periféricos de las ciudades o las aldeas campesinas carentes de una presencia sistemática del sacerdote y, por tanto, caracterizadas por una ignorancia religiosa difusa, así como las familias de la gente sencilla afectadas por dificultades materiales de diverso tipo. También desde este punto de vista se demuestran sumamente útiles las comunidades de base, los movimientos, los grupos de familias y otras formas asociativas, en las cuales resulta más fácil cultivar las relaciones interpersonales de mutuo apoyo, tanto espiritual como económico”. (Ecclesia in America, No. 73). A pesar de lo anterior, el fenómeno de las sectas y nuevos movimientos religiosos crece afianzando su presencia, evitando tomar el castillo por asalto para quitar el título a América Latina de baluarte de la fe católica a nivel global.
RD
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