Saturday, February 11, 2012

Pederastia; algunos no siguen la línea de Ratzinger

A pesar de las señales claras que salen desde Roma, muchos obispos del mundo todavía no han entendido cómo afrontar los abusos contra menores en la Iglesia

ALESSANDRO SPECIALE
CIUDAD DEL VATICANO

Durante el reciente Simposio de la Universidad Gregoriana, “Hacia la curación y la renovación”, el promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe fue muy claro: «Debemos poner atención en los candidatos que elegimos para el importante cargo de obispo –dijo monseñor Scicluna– y también debemos usar los instrumentos que el derecho canónico y la tradición nos ofrecen para llamar a un obispo al orden».

Monseñor Scicluna hablaba de los obispos que no han afrontado los casos de abusos contra menores cometidos por eclesiásticos según las normas vaticanas, endurecidas en los últimos años, y que no siguen las líneas guía que han trazado o que están trazando sus Conferencias episcopales: «Es inaceptable que si establecemos reglas, la gente no las siga», añadió.

En particular, durante la conferencia de prensa que sostuvo después de su intervención en el simposio de la Gregoriana, el arzobispo maltés parecía referirse al canon 128 del Derecho canónico («Todo aquel que causa a otro un daño ilegítimamente por un acto jurídico o por otro acto realizado con dolo o culpa, está obligado a reparar el daño causado»); pero, en general, Sicluna recordaba que los obispos, como parte del clero, deben sujetarse a las mismas penas y reglas válidas para los sacerdotes. «No se trata de cmabiar las leyes, sino de aplicar las que tenemos», subrayó.

Sin embargo, aunque (sobre todo en los últimos años) hayan llegado señales claras (la última es justamente el simposio organizado por la casa de estudios jesuita, con la liturgia penitencial para pedir perdón a las víctimas, presidida por el cardenal Marc Ouellet), todavía hoy hay algunos obispos que no parecen listos para asumir sus responsabilidades ni para seguir las reglas.

Algunos casos son escandalosos. El obispo de la diócesis de Cloyne, monseñor John Magee, en 2009 continuaba ignorando las directrices de los obispos irlandeses en relación con los abusos. A las puertas de Roma, en la diócesis de Porto Santa Rufina, los abogados de las víctimas de don Ruggero Conti pidieron la incriminación del obispo, monseñor Gino Reali, que había testificado en la corte que se había enterado de los presuntos abusos del sacerdote, pero no había considerado oportuno informar ni al Vaticano ni a la policía.

Pero no son casos aislados. En el “epicentro” de la crisis, los Estados Unidos, el obispo de Kansas City, monseñor Roberto Finn, se encuentra bajo proceso por no haber referido que uno de sus sacerdotes tenía la costumbre de fotografiar a menores. Sucedió en 2011 y la primera audiencia será en septiembre.

También en Polonia, según una investigación del periodista Jonathan Luxmoore, que vive en el país desde hace muchos años, la Iglesia parece todavía muy reticente a tomar medidas: entre los diferentes casos citados, destaca el de un sacerdote que tras haber sido condenado a dos años, volvió a estar cerca de los niños como profesor (a pesar de una prohibición del juez) y volvió a su parroquia.

Lo que es más significativo es que su obispo (que escribió una carta abierta en la que aseguraba al sacerdote condenado su “simpatía” y criticaba la afrenta para la reputación de los sacerdotes) es monseñor Jozef Michalik, arzobispo de Przemysl y presidente de la Conferencia episcopal polaca. Su auxiliar, monseñor Marian Rojek, participó en el simposio de la Gregoriana como representante de los obispos polacos.

Seguramente, Polonia no es el único país en el que las víctimas que han denunciado sufren la hostilidad de la Iglesia y de los fieles. En la mayor parte de los casos, como en las décadas pasadas, quienes han sido víctimas de un abuso en estos ambientes no han denunciado los hechos.

Pero también en los países en los que ha habido un claro cambio de mentalidad se pueden verificar retrocesor. Lo indicó el ex arzobispo de Nueva York, el cardenal Edward Egan, en una entrevista concedida justamente durante los días del simposio contra la pederastia.

El purpurado, haciendo referencia al periodo en el que era obispo de Bridgeport, Connecticut, explica que se arrepintió de haber escrito una carta pidiendo perdón a los fieles de su diócesis en 2002: «No habría tenido que decirlo. Dije “si hemos hecho algo equivocado,lo siento”, pero no creo que hayamos hecho nada malo».


Aquella época en la que el que el prefecto de la Congregación vaticana para el clero, el cardenal Darío Castrillón Hoyos, esribía a un obispo francés para felicitarle por haber protegido a un sacerdote acusado de abusos durante un proceso seguramente forma parte del pasado. Pero estos casos recientes miestran que (como dijo en la Gregoriana el arzobispo de Münich, el cardenal Reinhard Marx): «el trabajo que hay que hacer para afrontar la crisis de los abusos no se ha acabado».


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